Hace muchos años que no estaba en Barcelona. En 1992 debido a que mi padre trabajaba en los Juegos Olímpicos para una empresa estuve viviendo allí 6 meses. En mi memoria queda ya lejana aquella época, que recuerdo con gran cariño y como algo especial, aunque no me acuerde todo lo que me gustaría.
A la hora de alojarme en Barcelona en esta nueva oportunidad y como eran solo unos días opté por el Hotel Mercer en el barrio Gótico de Barcelona. Una zona céntrica y con historia para dar y tomar. El establecimiento hotelero era un hotel de lujo que mezclaba modernidad e historia a partes iguales, una verdadera delicia hospedarse aquí y lo recomiendo para todo el que no quiera renunciar a un buen descanso teniendo todo el casco histórico de Barcelona a un paso.
Muchas veces suele decirse que Barcelona está infestada de turistas y creo que en cierto modo es verdad, pero una ciudad con tanto encanto y cosas que ver es normal que sea objeto de tantas visitas al año. Barcelona tiene el encanto de lo diferente, lo que hace que los turistas gusten de ir allí.
La ciudad de Gaudí
La obra de Antonio Gaudí es una de las estrellas y como no, su Sagrada Familia, que sigue maravillándome por su singularidad. Es de esos monumentos que uno no se cansa deber nunca, toda fantasía y que cada vez está más cerca de acabarse.
Yo como buen futbolero, tenía ganas de ir al Camp Nou y visitar el museo, ya que, aunque no sea del equipo azulgrana, no deja de ser uno de los grandes equipos del mundo y merece la pena ver la cantidad de trofeos y fotos de una escuadra legendaria. El museo lo tienen muy bien montado y como en el caso del Bernabéu, se nota que cuidan de verdad este tipo de cosas. Los ingresos que se reciben por estas visitas son cuantiosos y lo aprovechan.
Una visita que tenía ganas de realizar era al Tibidabo, donde volví a montar en el tranvía blau y a Montjuic, donde pude ver las instalaciones olímpicas y las hermosas vistas desde la Plaza de España de Barcelona. Una auténtica belleza que hace que uno se quede alucinado.
Algo como madrileño que me encanta de Barcelona y que por desgracia aquí no podemos experimentar es ir a la playa en Metro. Paré en la Barceloneta y pasé una jornada de playa en lo que fueron las playas de la Villa Olímpica. Un sitio encantador donde desconectar y darme un bañito, algo que siempre se agradece.
El penúltimo día, fui a visitar el campo del Espanyol de Barcelona, un equipo que siempre me ha caído simpático y no quería marcharme sin visitarlo. Aunque es un equipo menos laureado que el FC Barcelona me hacía especial ilusión verlo y salí encantado.
Barcelona me ha seducido como lo hizo en aquel verano del 92, mucho encanto y una ciudad que es todavía más turística que aquel mágico año. Las Olimpiadas hicieron mucho bien a la ciudad, que hoy en día es destino turístico mundial.