Llevo desde los 19 años en el mundo de la restauración, los zamoranos tenemos complicado encontrar trabajo en la zona. Se suele decir que un tercio de los bares de España están regentados por gallegos, asturianos o zamoranos. No seré yo quien lo niegue, pero es un oficio en este país al que trabajando duro y sabiendo donde montarlo se puede vivir de ello.
Bares, restaurantes o pubs han sido mis fuentes de trabajo durante muchos años. Esto me ha permitido poder tener trabajo siempre, daba igual que hubiese crisis, quizás lo notaba algo el bolsillo, pero trabajo seguro siempre.
Estos últimos años ha ido aumentando la conciencia ecológica. Sea por los medios de comunicación o porque cada vez se hace más patente que nuestro planeta empieza a acusar la basura que le echamos, todos estamos más concienciados de que algo no estamos haciendo bien.
Hace dos años estaba trabajando en un restaurante del centro de Madrid. Nada nuevo, pero trabajo cerca de casa y en un sitio con historia, por lo que tocaba estabilidad. El caso es que el dueño me dijo que estaba pensando en montar un restaurante ecológico y le gustaría que me implicara con ello, me ofrecía una gran responsabilidad en su desarrollo.
No dudé en decirle que para mí era todo un halago y que trabajaría duro para no decepcionarle. El sitio que había elegido era un restaurante en Guadarrama, un pueblo de la sierra madrileña que parecía un sitio magnífico donde poner un local, pese a que competencia sin lugar a dudas había.
Yo, que conocía el pueblo, pensé que sería fuera, pero me comentó que estaría más hacia las afueras, cerca de la subida al puerto. Total, que ayudé a mi jefe con todos los papeles y en las diversas compras de material que íbamos a realizar. Lo bueno es que era un proyecto hecho desde la tranquilidad, algo que no suele ser tan habitual en este tipo de negocios hosteleros.
Unos incómodos visitantes
Un día, mirando en el desván me tocó descubrir una desagradable sorpresa. Había cucarachas, pero no 2 o 3, estaba repleto. Tocaba llamar a un sitio de plagas y me puse en contacto con mi jefe por teléfono, le dije que subiera a Guadarrama y lo viera con sus propios ojos. Él suele ser un hombre de decisiones rápidas por lo que nada más verlo, llamó a Controlplag, una empresa que, pese a estar en Almería, la conocía de un negocio que tiene en Vera y confía en ellos tanto como para hacerles trasladarse. Me dijo que eran buenos profesionales y que confiaba en ellos.
Dos días después les teníamos en la sierra viendo el estado de la situación, nos comentaron muy seguros de ellos mismos que en alrededor de una semana podían dejarlo limpio de cucarachas y otros posibles bichos que habían detectado y así fue.
Trabajaron silenciosamente, pero dejaron el sitio más limpio que una patena. Se lo agradecimos mucho y ellos también quedaron satisfecho por el trabajo realizado, además de darnos unos consejos para evitar que la situación volviese a repetirse.
Como habéis podido ver, al final confiar en verdaderos profesionales merece la pena. Sabes que van a darte los resultados que buscas y es lo que hicimos. Ahora estamos ya terminando el local con vistas a inaugurarlo en primavera, sin sorpresas y por supuesto sin “cucas”.