Una pequeña decisión, un gran resultado

Cuando acabé bachiller, tuve la primera “crisis” que una persona puede tener consigo misma, el decidir qué estudiar después de terminar el instituto. Tenía varias opciones…demasiadas diría yo, de hecho un día me levantaba con una idea fija en la cabeza, y al día siguiente me levantaba con otra. A esto le añades que tus padres te dicen que desde siempre te ha gustado hacer una cosa, que se me da bien y que me dedique a ello, tus profesores te dicen que desde que te conocen piensan que siempre se te ha dado bien tal cosa. Y adivinad, lo que te aconsejan tus profesores no tiene nada que ver a lo que te aconsejan tus padres. El caso es que uno de mis mejores profesores me aconsejó acudir a este centro de estudios superiores y universitarios de Barcelona, que encima me pillaba en otra ciudad distinta a la que yo vivía pero no muy lejos. Lo cual me venía genial para cambiar de aires, y para no irme tampoco muy lejos de casa y que el viaje no me dure tanto mientras voy y vengo.

Cuando llegué allí, hablé con un orientador de este centro, y gracias a él me di cuenta cuál era mi verdadera vocación. Fue una persona muy amable a la que le agradezco mucho el haberme hecho darme cuenta lo que realmente me gustaba, simplemente preguntándome cosas sobre mis gustos y mi vida.

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AL FINAL, ME DECIDÍ

Y efectivamente, me decidí. Decidí estudiar un grado en turismo. Que por cierto fue la opción que me decían mis padres que era la que me pegaba más, porque siempre me ha encantado viajar, y cuando viajo con gente a sitios donde ya he estado, resulta que soy yo la que les cuenta la historia y las curiosidades de ese lugar, porque anteriormente o me las han contado a mi o me he informado a través de guías o de Internet. Con lo cual la próxima vez me tocaba contarlo a mi. Si a esto le sumas que me encantan los idiomas, y que hablo perfectamente inglés, francés y español… no se cómo no me he dado cuenta antes de esto. Supongo que porque también me gustaban más cosas… adoro a los niños, y aunque a veces he dado clases a varios vecinos, en el fondo sabía que no tenía la paciencia necesaria para ponerme delante de un grupo de niños y dar clases por ejemplo. Por otro lado me encanta el tema de sentarme en frente de un ordenador y hacer cuentas y papeleo, pero entre estar metida en una oficina muchos, muchos años, y ver las mismas caras siempre, y que incluso me duela la espalda de tanto tiempo estar sentada, a coger y enseñar un monumento, hacer de guía a gente distinta que viene de diferentes países, hablar distintos idiomas, conocer otras culturas, abrir más la mente… Pues me decidí por esto último.

En esta escuela, después de sacarme el grado, me dieron el título que otorga la Universidad de Girona. Conocí gente maravillosa durante ese periodo, y lo mejor de todo, no tardé ni dos meses en encontrar trabajo, como guía turístico de París.