Todo comenzó en un curso de cocina

Recién divorciado necesitaba actividades para ir pasando el mal momento y comencé a asistir a cursos de cocina, donde descubrí el cocinero que llevo dentro. Además del gusto por la buena cocina y por hacer mis pinitos gastronómicos, descubrí también el gusto por el vino.

Yo era de esas personas para las que el vino era un acompañante de la coca cola en mis calimochos de juventud o lo que bebía mi abuelo. No sabía nada de vinos y tampoco los valoraba.

Todo esto cambió e incluso viendo que la situación laboral no estaba en el mejor momento, tomé la decisión de emprender. Aproveché el dinero del paro y monté no sin mucho esfuerzo un restaurante con uno de los profesores y un alumno.

La ventaja que teníamos sobre cualquier emprendedor al uso, es que nuestro profesor sabía lo que funcionaba y lo que no, lo que hace posible que vayas algo más sobre seguro. Lo cierto es que a la hora de amueblar el restaurante, dentro de nuestras posibilidades no escatimamos en gastos. Era necesario hacer una inversión en calidad, pues luego al final los clientes se dan cuenta de eso.

En el tema de los vinos, estuvimos mirando por internet empresas que se dedicaran al diseño y comercialización de productos para el sector y dimos con exportcave.com. Una empresa que se dedica a diseñar y comerciar productos relacionados con el sector para la hostelería y el catering desde 2005.

Desde el primer momento nos gustó el trato que nos dispensaron telefónicamente, asegurándose de las necesidades que teníamos en nuestro negocio y poniendo los recursos y productos a su alcance para que tuviésemos los armarios para vino, cubiteras de diseño, decantadores o copas que necesitáramos. Un catálogo de calidad en el que realmente no faltaba nada.

Al final adquirimos los productos que necesitábamos y con ellos pudimos terminar de cerrar el restaurante para solo tener ya que terminar el tema con los proveedores e inaugurar el restaurante.

Un cambio en la vida radical

La verdad es que era una sensación un poco de vértigo, no hace muchos meses era un alumno de un curso de cocina por querer matar el tiempo y ahora estaba formando parte de un proyecto profesional. Sabía que era quizás el que más rápido tenía que aprender, pero la ilusión por estar en algo así y todo el bien que me había hecho en lo personal el curso y la cocina en sí, hacían que mereciese la pena.

Los primeros meses fueron duros, ya que había que irse ganando a la clientela que no te conoce y luchar contra otros negocios que llevan décadas en muchos casos. Nuestra receta fue ver cómo funcionaban ellos y superarlos a base de buen hacer y ganas, muchas ganas.

Éramos conscientes que el buen gusto y calidad de nuestro bar, tanto por dentro como por fuera eran una inmejorable carta de visita, pero también había que pensar que el público conocía a estos bares desde hace mucho tiempo antes que a nosotros, lo que hacía que se les valorase desde un punto de vista ya personal.

Frente a ello también nos armamos de imaginación e hicimos determinados descuentos y detallitos que, aunque al principio nos supuso algo de descuadre de la caja, lo que hacíamos era hacernos valer y conocer.

Después de estos meses, ahora algo más asentado, volvería a hacer lo que hice, quizás con algunos meses más de experiencia porque he tenido que aprender muy rápido y no siempre es fácil realizar algunos platos. La media de clientes que vienen a nuestro restaurante de clase media/alta, por lo que solemos trabajar con productos selectos e intentamos que nuestro servicio sea también lo más selecto posible.

Cada vez se hace más difícil empezar en esto queriendo partir de un punto tan alto, pero si realmente te lo curras y los profesionales que conforman el restaurante son buenos, al final el éxito aparece y de no hacer nada mal, estás en el camino correcto.

Si tenéis en mente montar un negocio y realmente os ilusiona la idea, os animo a ello. Realmente no es que estemos en un país que cuide mucho a los emprendedores, pero si se está dispuesto a trabajar duro y quieres trabajar en algo que te guste, es el precio a pagar ¿estás dispuesto a pagarlo?

 

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